El icónico aeropuerto El Trompillo ocupa un área de 151 hectáreas dentro de la mancha urbana de Santa Cruz de la Sierra. No operan desde allí vuelos regulares con itinerarios definidos, pero hay conexiones con unas 1.000 pistas dispersas en la región, también con Beni, Tarija, Pando y el trópico de Cochabamba.
Las cifras varían de acuerdo con la temporada y el clima, además de las necesidades de cada vuelo, muchos de ellos motivados por razones empresariales y humanitarias, como es el recurrente traslado de pacientes, explicaron a EL DEBER especialistas, pilotos y técnicos de la empresa estatal Navegación Aérea y Aeropuertos Bolivianos (Naabol), la empresa estatal que desde 2021 se dedica al control de las rutas aéreas locales.
A esas operaciones aéreas que pueden llegar a 300 por día se suman los vuelos de entrenamiento que realizan los estudiantes de las escuelas de pilotos de El Trompillo.
Este miércoles al menos 100 operaciones aéreas han sido suspendidas en El Trompillo debido al paro de actividades de 24 horas que llevan adelante pilotos y operadores aéreos en todo el país.
Las escuelas de aviación, los taxis aéreos, los aviones de fumigación y las aeronaves de rescate, entre otras, se han plegado a la medida de presión que lleva adelante el Frente de Unidad de la Aviación Civil – General de Bolivia.
En este contexto de paro, le detallamos los servicios que brindan los vuelos que parten de la segunda terminal aeroportuaria de Santa Cruz.
Aerotaxis
Este servicio está vinculado, incluso, a actividades turísticas. Existen vuelos recreativos para avistar Santa Cruz de la Sierra desde el aire y otras expediciones. Eso sí, los destinos que tienen mayor frecuencia están en Beni.
Varias de estas aeronaves cumplen la labor de ambulancias para evacuar a personas urgidas de atención especializada en Santa Cruz, pero también existen empresas de diversos rubros que contratan vuelos específicos para conectarse con las zonas productivas del departamento.
Vuelos regulares e ilegales
El control de navegación de El Trompillo se hace a través de comunicaciones de radio que tienen un alcance de media hora de vuelo y “con una conexión vectorial” con el radar del aeropuerto Internacional de Viru Viru. Para ello, cada aeronave posee un equipo llamado “transponder” que permite que sea visualizada en las pantallas de los controladores aéreos.
Cuando el vuelo es irregular, explicó a EL DEBER personal especializado, el piloto apaga el transponder y desaparece de los controles. “Los equipos que tiene Viru Viru son buenos, pero están un poco desactualizados, pues en la región existe otra tecnología 3D y térmica”.
Bolivia suscribió en agosto de 2016 un contrato con la empresa francesa Thales Air Systems para la fabricación de 13 radares por $us 214 millones. Hace poco menos de un año estos equipos entraron en operación, pero hasta el momento no existe una legislación clara para interceptación de los vuelos sospechosos vinculados con el narcotráfico.