Hace siete años, la vida de Mónica Arzabe dio un vuelco inesperado. Su hija menor, Ángela Foianini, sufrió un grave accidente mientras viajaba a Brasil, quedando en coma y con lesiones cerebrales. A pesar del sombrío pronóstico médico, Mónica nunca perdió la fe y su hija sobrevivió. Sin embargo, la vida continuó desafiándola, enfrentando la pérdida de su padre y su esposo a causa del COVID-19.
Mónica se convirtió en la principal cuidadora de Ángela, dedicándose por completo a su hija las 24 horas del día. A pesar de la adversidad, Mónica se aferró a su fe en Dios y al amor por su hija, soñando con ver a su familia feliz.
El accidente de Ángela ocurrió en julio de 2016, cuando ella viajaba en un bus de la empresa «Real Expreso» en Brasil. El vehículo colisionó con un camión cañero, resultando en varios heridos y fallecidos, incluyendo a Ángela. La gravedad de su estado la llevó al Hospital Das Clínicas de Ribeirao Preto, en São Paulo, donde permaneció en coma durante cinco semanas.
Los propietarios de la empresa de transporte se han negado a hacerse cargo de los gastos médicos de Ángela, lo que ha generado una lucha constante por parte de su familia para obtener el tratamiento necesario. A pesar de mostrar una leve mejoría, Ángela necesita ser trasladada a otro hospital para recibir un tratamiento especial.
Mónica, una madre dedicada y valiente, recuerda con detalle el día del accidente. En aquel momento, Ángela tenía 24 años y estaba en una etapa vibrante de su vida. Recién había fundado su empresa Nutridog y era una asesora independiente en Asocebu. Mónica recuerda haber sentido una inquietud en su pecho cuando despidió a su hija en el aeropuerto, sin saber que sería la última vez que la vería sin heridas graves.
La noticia del accidente llegó a Mónica el 11 de julio de 2016, marcando un antes y un después en su vida. Ángela, gravemente herida, luchaba por su vida en el Hospital Das Clínicas. Mónica recuerda las noches sin dormir, aferrándose a la mano de su hija, orando por un milagro.
Ángela no solo sufrió las consecuencias del accidente, sino también complicaciones médicas adicionales. Desarrolló bacterias hospitalarias, contrajo meningitis y sufrió hidrocefalia, todo mientras permanecía en coma. Los médicos le dieron a Mónica diagnósticos desalentadores, pero ella se mantuvo firme en su fe y esperanza.
A los dos meses, Ángela experimentó un derrame cerebral, lo que llevó a Mónica a dormir apenas unas pocas horas al día, aferrada a la mano de su hija. Los sonidos de las máquinas y los susurros de los médicos llenaron sus días, pero Mónica nunca perdió la confianza en un milagro.
La fe se convirtió en el pilar de Mónica durante estos años difíciles. Encontró fuerza en el Salmo 91, que le leía a Ángela todos los días, aún en su estado de coma. La fe no solo la sostuvo en los momentos más oscuros, sino que también le permitió encontrar pequeños destellos de esperanza en cada avance de su hija.
La vida de Mónica no volvió a ser la misma. Dejó de trabajar para dedicarse por completo a Ángela, viviendo cerca del hospital en Ribeirao Preto. La rutina diaria incluía visitas a la unidad de cuidados intensivos, donde rezaba por la recuperación de su hija.
A pesar de los desafíos abrumadores, Mónica encontró consuelo en su fe y amor incondicional por Ángela. Cada pequeño avance en la recuperación de su hija era celebrado como un triunfo sobre la adversidad. A medida que los días se convirtieron en meses y los meses en años, Mónica se mantuvo firme en su creencia de que un milagro estaba en camino.
Actualmente, Ángela muestra signos de mejoría. Gracias a la dedicación de un fisioterapeuta que llegó a sus vidas hace cuatro años, Ángela ha logrado movilizar el lado izquierdo de su cuerpo. Además, un suplemento alimenticio ha comenzado a regenerar células, permitiendo a Ángela recuperar sensibilidad en su pierna derecha y mejorar su movilidad.
Mónica continúa siendo el pilar de apoyo de Ángela, cuidándola las 24 horas del día. A pesar de la fatiga física y emocional, Mónica se aferra a su fe y amor inquebrantable. La visita de sus nietos le brinda renovada energía y alegría.
Encomienda sus días a Dios, encontrando consuelo en las palabras del Salmo 91. La fe en Dios y el amor por sus hijas son los motores que la mantienen fuerte. Mónica se considera una madre guerrera, luchando en el nombre de Jesús por la salud y bienestar de sus hijas.
Mónica Arzabe es una inspiración de fortaleza, amor y fe inquebrantable. Su historia es un recordatorio de que el amor de una madre es un poderoso motor de resiliencia. A pesar de los desafíos, Mónica sigue soñando con un futuro feliz junto a sus hijas. Su historia es un testimonio de esperanza, un faro de luz en los momentos más oscuros.