Así amanecieron hoy en la comunidad Nueva Generación, Riberalta
El fatídico 3 de octubre en la comunidad Nueva Generación, en Riberalta, sus habitantes lo perdieron casi todo. Como en un mal sueño, el fuego que arrasaba con el monte llegó hasta el santuario de sus casas, todas viviendas humildes, cuyos techos eran de hojas de palma.
La vivienda de Remy Darwin Gómez Melgar era la «casa de sus sueños», en sus propias palabras. Lo define así porque la hizo con sus propias manos, a su gusto, pero de ella no quedó nada. Mientras las llamas de los incendios forestales saltaron del monte a la comunidad, Remy y sus vecinos corrían desesperados empeñados en una batalla como la de David y Goliat. El fuego estaba instalado en los techos, el piso, los chaquitos con sembradíos de sus alimentos, en fin, por todos lados. La humareda lo cubría todo y solo resaltaban las llamas al rojo vivo.
Remy Darwin dijo a EL DEBER que son dos meses que vienen apagando el fuego, «hemos ido a ayudar a combatir las llamas a otras comunidades, pero a la hora que necesitamos de los demás, no vinieron a ayudar«, se lamenta. Está cansado, lo confiesa. Entre el humo que está maltratando la garganta y el trabajo que siguen dando los incendios, ya no da más.
«Envíen ayuda por Dios, apuren, se está quemando todo», se oye una voz femenina despavorida mientras graba en video las imágenes dantescas en su comunidad ese terrible 3 de octubre. Al final, la voracidad del fuego solo se apaciguó cuando no quedó nada en pie.
La foto de Remy caído en el piso de rodillas mirando cómo se quemaba su casa le dio la vuelta al país. Está de espaldas y sin camisa. No se ve su cara, pero su postura denota agotamiento, está rendido ante la ferocidad del fuego que tumba todo, sin importar los sueños que se roba y la moral que socava.
Así quedaron 15 viviendas en la comunidad
Quien ve la foto no puede dejar de preguntarse ¿qué le estará pasando por la mente? ¿está llorando de impotencia? Cuando por fin logramos dar con el protagonista anónimo de la imagen, pese a la muy mala señal y a largos periodos de Remy sin batería para su teléfono celular, a una semana del desastre, este dio una explicación inesperada:
«Me arrodillé ante Dios viendo que mi casa se consumía con el fuego, le agradecí porque no me pasó nada entre las llamas, tengo salud para empezar de nuevo. Me arrodillé, me despedí de mi casita que me costó hacer, era la casa de mis sueños, la hice poco a poco. Entonces agradecí haberla tenido hasta el tiempo que pude disfrutarla, la hice con mis propias manos», cuenta ya resignado. Confiesa que al final sintió que no podía hacer nada, así como la incapacidad de ser un espectador ante todo lo que se estaba destruyendo en tan solo un momento.
Las necesidades afloran y los bomberos no pueden llegar
«Había amenaza de fuego, que era incontrolable por el viento, hemos hecho lo que hemos podido. No ha habido pérdida de vidas humanas, las pérdidas son materiales, pero la unión hace la fuerza, necesitamos voluntarios, son momentos muy difíciles por los que estamos pasando», dijo el alcalde Ciriaco Rodríguez.
Pero la ayuda no llega. «Seguimos con fuego, ya estamos cansados de combatirlo y la ayuda no llega por el bloqueo en Riberalta que están haciendo desde el martes en protesta por el alza de los precios de la canasta familiar, entonces los bomberos no pueden venir. Por suerte esta noche nos dejaron agua para beber», reporta Gómez, acomodado en colchones sobre el piso de tierra.
Él, su esposa Lourdes y sus hijos Gutmar, de 10 años y Margoth, de 3, están durmiendo en las casas que quedaron en pie, al igual que sus otros vecinos. Según él, 15 se ardieron por completo y 14 se salvaron.
También dice que no hay carne ni nada para comparar para comer, «todo nuestro monte se quemó» y no se animan a aventurarse en el campo porque todavía hay llamas.
«Es muy triste, la verdad, no se puede andar todavía, ya que es peligroso porque están cayendo árboles quemados» y cuenta que todavía se ve animales incinerados como jochi, chancho del monte y huaso.
El año pasado llegaron los incendios a metros de sus casas, pero gracias al COEM lograron apagar el fuego y no pasó a mayores. Pero este año la desgracia los marcó. Y como si eso no fuera suficiente, se están acabando los alimentos.
El COEM lleva agua para combatir el fuego y para beber gracias a las donaciones, pero alimentos no hay muchos, solo arroz, fideo y cebollas en cabeza, nada de verduras ni carne.
Piden ayuda para hacer un nuevo pozo para sacar agua, porque las norias que tienen se secan, apenas se junta algo de agua para cocinar. Ellos ya quieren empezar de nuevo a sembrar, por eso piden asistencia para tener una nueva forma de riego. Remy tenía su chaquito desde donde se proveía de los alimentos necesarios y sustentaba a su familia como mecánico de motos.
La alcaldía les ha prestado colchones en los que están durmiendo sobre el piso de tierra, pero no hay mosquiteros suficientes y ese es un problema. De día y de noche no hay mi un momento de tregua del calor, incluso el agua que se toma a temperatura ambiente se siente tibia.
En cuanto al fuego, sí hay militares que lo están combatiendo, pero no lo han podido extinguir porque cuando ventea las llamas arden mucho más.
A estas alturas ya hay muchos enfermos con tos, el humo los ha afectado mucho, así como no hay tregua en el calor, el humo tampoco les da un respiro. Ya hay entre los habitantes gente con mareos.
Qué esperar
«No se sabe hasta cuándo será el paro en Riberalta» que les corta la ayuda para apagar el fuego y para que lleguen los alimentos. El lunes el presidente Luis Arce anunció que el Gobierno llevó 20 toneladas de ayuda para tres municipios benianos: Riberalta, Guayaramerín y Gonzalo Moreno, afectados por los incendios y que para la comunidad Nueva Generación, el ministerio de Obras Públicas ya trabaja en la reconstrucción de las casas que se quemaron.
Pero ahí dicen que nada de eso ha llegado. Al principio les informaron que de las 20 toneladas, para ellos serían 10 y después solo 2 y hasta el momento no han recibido algo siquiera. Suponen que el bloqueo tampoco permite esa ayuda humanitaria.
En cuanto a la reconstrucción de sus viviendas, confirman que llegaron funcionarios del Gobierno y les sacaron fotos, les pidieron sus nombres y no han vuelto.
Pero ante todo el panorama desolador, confían en que «con la bendición de Dios saldremos adelante». La desgracia se robó sus casas y sus chacos, pero no pudo llevarse su fe.