“No sé si soy su protectora, me siento una más de ellos y estoy en los momentos en que pasan muchas cosas”, respondió con humildad Gladis Montesinos, a la pregunta sobre si se siente como un ángel o una mamá para los indígenas tsimanes de Yacuma, o de Ya’cama.
La religiosa de la orden de las Carmelitas Misioneras, nacida en Perú, arribó a Bolivia en 2014, inicialmente a la zona El Palmar, en San Borja (Beni), pero desde 2022 fue destinada a la atención de la nación tsimane, considerada una de las más vulnerables del país por la Fundación Tierra y por el Foro Social Pan Amazónico (Fospa 2024).
“Como Iglesia, estamos en lugares donde la vida está amenazada. Los acompañamos con una evangelización diferente, que es la defensa de la vida desde los territorios, vulnerados en sus derechos, con la deforestación de todos sus bosques, el abuso a las mujeres, el tema de los incendios, situaciones que afectan y ponen en peligro a estos hermanos”, argumentó sobre su presencia en esta TCO Ya’cama, que hasta hoy no puede consolidarse como territorio, porque fue declarada tierra fiscal por el INRA, con ellos adentro, y donde hay resoluciones a Interculturales y también supuestos dueños privados con título.
Los primeros dos meses tuvo que dormir en una carpa porque era época de lluvias y no se podía concluir la casita que le prometieron. Aprendió a comer animales de monte, como el ‘mono chapapeado’, y la piraña, a la que veía como un animal peligroso. “Ellos se alegran que yo coma de todo, y cuando tengo algo, les comparto. Es como familia”, compartió.
También le tocó enfermarse dos veces, por amebiasis, luego de tomar el agua de la zona. “Aunque mi cabeza diga que voy a adaptarme, mi organismo opina lo mismo”, bromeó con la anécdota, que la dejó como un “esqueleto”.
En Ya’cama no tiene agua potable, tampoco luz eléctrica, igual que sus hermanos tsimanes; así los llama. “Es el costo de ser un territorio no reconocido”, lamentó sobre esta realidad, distante con el discurso constitucional que ordena servicios para todos, y del que se benefician los ‘asentamientos’.
Confesó que le resultó difícil arrancar en Ya’Cama, pero al mismo tiempo fue parte de lo que ella quería experimentar, “la carencia, el frío, el hambre, el estar expuesto a cualquier cosa en el monte. Estar con ellos, reclamar por ellos, es correr la misma suerte que ellos”, admitió.
No quiso entrar en detalles sobre lo que implican los riesgos, pero reconoció que ya recibió amenazas, igual que sus defendidos.
“Los Interculturales le dijeron que cuando la encontraran en el camino le harían de todo”, dijo una de las personas que trabaja con Gladis.
La religiosa dijo que estar con los tsimanes ha provocado reacciones en los Interculturales, que en los medios de comunicación la expulsaran, no solo a ella, también a la Fundación Tierra, ya que son los involucrados en esta causa, y en la defensa de los tsimane, incluso en instancias internacionales, lo que ha valido una recomendación al Estado boliviano, de parte del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD), de NNUU.
“Mi corazón es igual para todos, no guardo rencor a los que nos amenazan. Como seguidora de Jesús, es mi ejemplo de perdón”, dijo.
Gladis Montesinos con niñas de comunidades benianas
Además del acceso al territorio, una gran preocupación para Gladis tiene que ver con el abuso sexual a las mujeres, acoso y violaciones que les impiden la formación escolar, ya que dejan de asistir por la violencia cuando caminan a sus escuelas, pero también en sus propias casas, cuando sus maridos se van a trabajar a las estancias por un mes.
Hubo muchos abusos una temporada y en las comunidades indígenas no hablan de estas cosas. “Es muy fuerte para los padres tomar decisiones radicales, como elegir entre que sus hijas sigan estudiando, o que sigan con vida”, lamentó.