En tiempo seco se puede ver la orilla de arena junto al río Iténez /Foto: Jorge Ibáñez
Una comunidad minúscula conformada por una treintena de familias, sienta soberanía al Noreste de Bolivia (Beni), sobre el río Iténez. El tiempo ahí se detiene entre casitas de tablas de madera que se erigen sobre estacas que les dan la altura necesaria para que en la época de lluvias, no queden bajo el agua. A esas construcciones le llaman soallos.
La playa de arena blanca en Buena Vista se hace visible de junio a diciembre, las casas, dispuestas sobre una única calle, albergan en su gran mayoría a migrantes del occidente que estacionaron ahí sus vidas para dedicarse íntegramente al comercio. A corta distancia de Brasil, el tiempo solo se siente cuando el reloj marca las 18:00 y la comunidad se vacía, pues muchos de los que horas antes estaban ahí vendiendo ropa, zapatos, sábanas y otros enseres (menos alimentos) se marchan a la vecina ciudad de Costa Marques (territorio brasileño de unos 18.000 habitantes). «Solo queda el enfermero, el profesor y el subalcalde», reveló una vecina de Magdalena que transita a menudo por el lugar para llegar a Brasil.
El subalcalde de Buena Vista, Henry Bustillos, asegura que son mayoría los que se quedan, y dice que los que se ‘cruzan’ al lado brasileño son los que se casaron con alguien de ese país o que luego del gran incendio de 2019, y que lo perdieron todo, prefirieron quedarse en Costa Marques, la ciudad brasileña aledaña que los auxilió y brindó cobijo.
Características de Buena Vista
Buena Vista depende administrativamente del municipio de Magdalena (que está distante a 110 km), capital de la provincia Iténez (Beni). Las aguas verde esmeralda son surcadas por pequeñas balsas, deslizadores y otras embarcaciones mayores.
Esas aguas albergan también toda clase de riquezas del reino animal (garzas, chuubis, tapacarés, petas, caimanes, lagartos, cocodrilos, sicurís, bufeos, londras y lobos de agua dulce, por mencionar algunos), que bien podrían servir para explotar la zona como destino turístico, pero que hasta la fecha, nadie ha mostrado interés en esa posibilidad.
Incluso ha habido avistamientos de un gran caimán de poco más de seis metros de largo que frena en seco las embarcaciones pequeñas que transitan, entre el asombro y el miedo.
A Buena Vista se llega por camino de tierra (de Trinidad hasta el puerto de Nueva Brema) y luego surcando el río Blanco y el Iténez. Los que viven allí dicen que son libres, en parte porque no dependen de nadie porque nadie los ayuda, y en parte porque el brazo del Estado no es tan largo como para llegar hasta ahí a cobrarles impuestos por su actividad comercial.
Si tienen luz es porque compraron un motor, y si tienen agua para beber es porque traen desde Brasil para su consumo familiar. Antes les construyeron un tanque, hicieron las conexiones, pero algo falló entre medio porque el agua potable hasta ahora no llega a los grifos.
«Todo esfuerzo es comunitario. Los gobiernos central y municipal no nos han dado nada», lo confiesa el propio subalcalde, que en reiteradas oportunidades afirma que no los toman en cuenta porque dicen que son comerciantes y que tienen recursos para atenderse ellos mismos.
Entre ir hasta Magdalena o acudir a Brasil por productos de la canasta familiar, prefieren cruzar la frontera, pues el viaje es menos sacrificado y menos costoso.
Lo que sí tienen es una radio-base de Entel que en enero de 2023 se instaló en la comunidad. También el Estado les ha dado un ítem de médico y otro de enfermero, además de ítems para unos diez profesores. Lo lamentable es que en una misma edificación que se está viniendo abajo -en palabras del subalcalde- funciona la posta, duermen los profesores (los que llegan, porque casi nadie quiere ir a trabajar a ese sitio remoto) y también ahí se ubica la Subalcaldía.
Esta es la instalación de la Capitanía de Puerto Menor Buena Vista / Foto: Jorge Ibáñez
Amenazas que enfrenta la frontera con Brasil
Los vivientes de Buena Vista se mantienen del comercio, compran su mercadería en Santa Cruz y la venden a los brasileños que llegan, atraídos, la gran mayoría, por la pesca deportiva, misma que no se genera desde Bolivia.
Casiano Muyuro, guardaparque de la reserva Iténez (Parque Natural de Manejo Integrado Iténez), es el único que recorre la zona en donde hay asentadas 16 comunidades indígenas, y muchas veces se respalda en las cuatro capitanías que hay: la de Puerto Fernández Alonso, la de Puerto Menor Nueva Brema, la de Puerto Menor Buena Vista y la de Puerto Menor Versalles, que por lo general cuentan con un comandante, un alférez, un sargento y un grupo de marineros. No pasan de una decena de personas. Entre ellos resguardan la frontera.
«Me han abandonado hace harto tiempo, solo tengo un deslizador y debo cubrir y vigilar 1.389.000 hectáreas. Yo vivo en Versalles y ahí me ayudan mucho. Como la comunidad trabaja con el turismo y ven que como ‘guarda’ no me pagan hace tres años, hacen ‘pollita’ para darme para mi combustible y así pueda yo salir a resguardar la frontera», confiesa.
Con ayuda de los militares de las capitanías, Casiano decomisa el producto de la pesca ilegal, expulsa a los ciudadanos brasileños encontrados ‘in fraganti’, pero ellos vuelven «porque saben que no voy a retornar otra vez, porque no tengo ni para combustible», confiesa con cierta impotencia, asegurando que parte de su trabajo es ser amenazado, «correteado a tiros y palos», pero a pesar de todo, sigue «dándole».
Tampoco tiene la satisfacción de la paga por el deber cumplido. No tiene claro hasta ahora cuánto es su salario. En el pasado ha recibido al mes Bs 1.800, otras veces Bs 2.500, Bs 2.300, Bs 3.500 y Bs 3.200. «Me convirtieron en consultor en línea y me bajaron (el sueldo)». Antes, cuando Navarra (España) era la que patrocinaba el cuidado del área protegida, sí tuvo estabilidad, pero después, cuando la Gobernación de Beni se hizo cargo, se quedó sin pago: «No me han dado ni un solo centavo», revela mientras se ventila para refrescarse, porque en la zona la normalidad es estar bajo un sol que los recalienta a 36 y hasta 39°C.
Dice que también ocurren delitos de contrabando, en menor medida, y descarta otro tipo de actividad ilícita, por lo menos en su zona de acción.
Así lucen por dentro los soallos, donde las familias venden sus productos comprados en Santa Cruz / Foto: Jorge Ibáñez
Todos son comerciantes y migrantes
El subalcalde Henry Bustillos nació en La Paz, a los dos años migró con su familia a Magdalena (Beni) y desde los 17 está en Buena Vista. «Aquí todos somos comerciantes, collas, como dicen. No somos nativos, somos migrantes», dice sin reparos, mientras enumera los productos que suelen comercializar, como ropa, calzados, sabanas, maletas y cochecitos de bebé. «Compramos en Santa Cruz y lo traemos a vender, de Bolivia para Bolivia. No traemos de Brasil porque no hay zona franca y de allá todo es caro».
La tragedia de vivir lejos de todo
En junio de 2019 el fuego acabó con casi la mitad de las casas. En cuestión de minutos se estaba consumiendo todo y el auxilio llegó más rápido desde Brasil. La ayuda desde Bolivia se materializó después de unas cinco horas, según recuerda el guardaparques Muyuro. Se quemaron 16 casas y la iglesia.
«Hubo gente que lo perdió todo. Costa Marques fue el que más auxilió para cruzar gente al lado brasileño y llevó comida». Los que no pudieron rescatar sus cosas se fueron a vivir a Guajará y Costa Marques, en el lado brasileño, y solo de día se cruzan a Buena Vista a seguir con su comercio.
En cuanto a las inundaciones, se podría decir que la población de Buena Vista ya está habituada, y es que el río Iténez es tan benévolo que sube su caudal de forma lenta y les da tiempo a los habitantes para ponerse a buen recaudo. Ellos ya saben que en noviembre caen las primeras lluvias y que el agua llegará casi hasta su puerta en los primeros meses del año.
Solo el 2014 el agua sobrepasó en medio metro por encima de los soallos, inundando las casas. En ese entonces se tuvo que llevar hasta allá un campamento flotante que incluso sirvió para que la gente haga sus necesidades. Y una vez más, la atención urgente la brindó el vecino brasileño.
Comunidad de Buena Vista, Beni / Foto: Jorge Ibáñez
«Vivimos en el paraíso»
«El que va allá está en el paraíso. Tenemos un río tan maravilloso, nunca hemos tenido una riada que venga con palos y que atropelle comunidades. En la inundación de 2014 hubo tiempo para reaccionar, porque el agua subió de a poco», describe el subalcalde, que prefiere destacar la belleza natural del paisaje y la «libertad» de la que gozan al no sentirse perseguidos por ‘la renta’ (pago de impuestos).
Mientras que el guardaparques describe la zona de la reserva Iténez como un territorio paradisiaco que está bajo la amenaza del depredador extranjero.
Para esta nota periodística se envió el lunes un cuestionario al gobernador de Beni, Alejandro Unzueta, mismo que no fue respondido hasta este martes por la noche.
Comunidad de Buena Vista, Beni . No más de 200 familias sientan soberanía en la frontera con Brasil / Foto: Jorge Ibáñez